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jueves, 23 de marzo de 2017

Bañarse en la sangre de Cópil...

Hay quienes dicen que es una de las aguas más beneficiosas para la salud, al menos, se sabe con seguridad que entre los adeptos a bañarse en las aguas de este manantial se cuentan el emperador Nezahualcóyotl, Moctezuma II, Hernán Cortés, Maximiliano I de México y la emperatriz Carlota, hasta Porfirio Díaz, hablamos de los Baños del Peñón.

Vista frontal de la capilla del siglo XVIII que alberga un hermoso retablo dedicado a la Virgen de Guadalupe.


Mitológicamente hablando, los orígenes de este manantial están manchados de sangre y venganza:

Durante la gran peregrinación de los aztecas Malinalxóchitl, la hermana hechicera del dios Huitzilopochtli, se recreaba ejerciendo su poder sobrenatural sobre los demás miembros de la peregrinación obligándolos a actuar en contra de su voluntad y la moral a través de sus artes obscuras. Los aztecas, cansados de las injurias provocadas por la hechicera decidieron en secreto abandonarla y continuar la búsqueda del lugar prometido para establecerse sin la perjudicial presencia de la bruja Malinalxóchitl.

Una noche, mientras la hechicera dormía profundamente junto a aquellos que la seguían y procuraban, los demás tomaron sus pertenencias y continuaron la marcha en la obscuridad. Al día siguiente, al despertar Malinalxóchitl y darse cuenta de la afrenta de los aztecas juró a los cielos que se vengaría y arruinaría a cada uno y su descendencia.

En su vagar sin rumbo un día llegó junto con su séquito a Malinalco, lugar fértil y próspero cuyo rey cayó velozmente rendido ante sus obscuras artes seductoras, el rey la tomó por esposa y al poco tiempo tuvieron un hijo, Cópil y a él transmitió su odio por los aztecas y lo crió para ser un valiente y fuerte guerrero, cuyo único objetivo era la ruina de aquellos que abandonaron a su madre; su hijo sería el instrumento de su venganza.

Al cabo de algunos años, Malinalco había forjado un ejército numeroso y sediento de sangre que, bajo la autoridad de Cópil se dirigió al lago de Texcoco donde se sabía que los aztecas habían llegado, aún sin fundar una ciudad.

La guerra fué cruenta y la victoria se inclinaba a uno y otro bando hasta que la batalla final tomó lugar. Cópil, dispuesto a asesinar a su tío Huitzilopochtli peleó con todo su odio en la cima de un cerro en medio del lago de Texcoco sin embargo la fuerza del dios de los aztecas resultó ser superior y de un tajo Huitzilopochtli le cortó la cabeza a su sobrino, el borbotón de sangre que manó del cuello de Cópil no se detuvo y aún más, acrecentaba, agua caliente empezó a brotar debajo del cuerpo decapitado y nunca dejó de manar hasta la fecha. El nombre de este manantial es Acopilco.

Luego de cortarle la cabeza, Huitzilopochtli le arrancó el corazón y lo arrojó a un islote en el lago, ahí donde cayó, años después nacería un nopal sobre cuyas pencas los aztecas verían la señal que su dios les dió para fundar su ciudad capital.

Batalla final entre Huitzilopochtli y Cópil


A pesar de parecer increíble, aún hoy en día los Baños del Peñón dan servicio. Por $200.00 MXN se tiene acceso a una habitación privada donde se recolecta agua del manantial en una tina de mármol.

Asi te reciben en la estancia donde se toma el baño.
Se afirma que las propiedades minerales del agua ayudan mucho a recuperarse de enfermedades respiratorias, de la piel, dolores musculares e incluso depresión, debido a su concentración de Litio.
Análisis de 1962 donde constan los minerares que componen el agua del Peñón.

La zona, evidentemente ha cambiado muchísimo con el tiempo, como toda la ciudad, sin embargo es definitivamente un lugar que vale la pena conocer, tanto porque en esas aguas se bañaron personajes de la talla de Nezahualcóyotl y Maximiliano como porque es el único manantial termal que queda en la ciudad de México.

Para llegar a los baños, ésta es la dirección: Blvd. Puerto Aéreo 465, Colonia Peñón de los Baños
Teléfono:01 55 5571 2870




lunes, 20 de marzo de 2017

Un bosque de negro de humo


Hace casi quinientos años un grupo de indígenas dirigidos por frailes agustinos, lograron, apenas veinte años después de caída la capital azteca; captar la belleza de la naturaleza novohispana con sus pinceles.

Llegar Malinalco no representa ningún problema, incluso si no tienes auto propio ya que en la Central de Autobuses de Observatorio salen cada hora camiones rumbo a Tenancingo y de ahí tomas un taxi colectivo que en 20 minutos te deja en el centro del pueblo.

Lo primero que llama la atención de los sentidos al llegar al pueblo es la abundante vegetación y el sabroso calor que hace a  uno olvidar la ciudad. Se antoja una nieve pero al caminar por la calle principal y ver la abundancia de puestos de comida, frutas y artesanías, uno se distrae fácilmente.

Éste pueblo tiene una historia sumamente atractiva que data de tiempos previos al imperio azteca, pero esa historia y su relación con el Peñón de los Baños, en la delegación Venustiano Carranza, la contaré en otro artículo.

Malinalco resulta atractivo para Patrimonio Virreinal Mexicano por incontables razones, pero entre las principales se encuentran: 1) la zona arqueológica con construcciones precolombinas de suma importancia ritual y estratégica para los aztecas y 2) los murales del claustro bajo del Convento de la Transfiguración.

En esta ocasión nos enfocaremos únicamente en lo segundo, es decir, los murales.

Mariposas libando el néctar de una flor


El susodicho templo se encuentra justo en el centro del pueblo por lo que ingresar no representa ningún problema.

El Convento fue fundado en 1540 por frailes agustinos, en él, trabajaron indígenas para su construcción apoyados siempre por el sustento económico del encomendero Cristóbal Rodríguez de Ávalos. La planta baja del edificio conventual y la iglesia fueron construidos al mismo tiempo, concluyéndolos en 1560, en cuanto al claustro alto se piensa que fue añadido alrededor de 1580

Los frescos del convento se encuentran en las cuatro paredes y en la bóveda del claustro inferior, en donde podemos observar un diseño compuesto por diversas plantas entrelazadas y fauna silvestre, también se observan pintados en el mismo, follaje, 3 medallones con los símbolos de Jesucristo, María Reina del Cielo y el emblema Agustino, colocados en las cuatro paredes identificando la identidad cristiana.
Impresionantes diseños logrados por manos indígenas

En dichos frescos ha sido posible identificar de la forma más precisa posible la flora y la fauna indígena de la época, veintitrés especimenes nativos, los cuales actualmente crecen dentro de la zona ecológica de Malinalco.

Las plantas nativas representadas, no fueron escogidas al azar ni seleccionadas por decorativas; sólo aquellas plantas que habían tenido importancia cultural dentro de la sociedad se incluyeron; por ejemplo el huacalxochitl, que se usaba medicinalmente para combatir infecciones, pero el mismo tiempo era considerado importante en las ceremonias aztecas, ya que se usaba para engalanar a los héroes militares al mismo tiempo al tlatoani.

La abundancia del conjunto da la impresión de fertilidad y paz.
Las flores olorosas eran muy valoradas por los aztecas, se consideraban un lujo y eran, por eso, uno de los privilegios de las clases dirigentes; el valor del huacalxochitl se relacionaba también con el simbolismo sexual, su poder asociado con la fertilidad continuó siendo reconocido en el periodo colonial por los cazadores, quienes colocaban la flor en sus sombreros para asegurar una cacería abundante.

Algunas de éstas plantas curativas son todavía motivo de investigación como la yolloxochitl, “flor de corazón” ó “ huevito”, está planta aparece dos veces en los frescos del claustro en la pared que da al sur y al oeste, es usada para pasarla y sobarla sobre el cuerpo durante una curación, al igual que los huevos de gallina; la flor molida o bebida en infusión se dice, pude curar enfermedades del corazón y se considera también efectiva contra la infertilidad.


Al penetrar al claustro de Malinalco se tiene la impresión de estar en los “jardines del paraíso”; cabe señalar que hay paralelismos estilísticos entre varios de los detalles de las pinturas de Malinalco y algunos de los recuadros del códice florentino de Sahagún, como ejemplo la figura de la garza con el pescado en las garras localizada en el muro oriente del claustro.

Relacionar los frescos de Malinalco con el Códice Florentino de Sahagún; es encontrar la presencia de varios animales tanto en uno como en otro, tales como conejos, loros, lagartos, el tlacuache y el mono subiendo a un árbol muestra la correspondencia remarcable de los detalles.