lunes, 20 de marzo de 2017

Un bosque de negro de humo


Hace casi quinientos años un grupo de indígenas dirigidos por frailes agustinos, lograron, apenas veinte años después de caída la capital azteca; captar la belleza de la naturaleza novohispana con sus pinceles.

Llegar Malinalco no representa ningún problema, incluso si no tienes auto propio ya que en la Central de Autobuses de Observatorio salen cada hora camiones rumbo a Tenancingo y de ahí tomas un taxi colectivo que en 20 minutos te deja en el centro del pueblo.

Lo primero que llama la atención de los sentidos al llegar al pueblo es la abundante vegetación y el sabroso calor que hace a  uno olvidar la ciudad. Se antoja una nieve pero al caminar por la calle principal y ver la abundancia de puestos de comida, frutas y artesanías, uno se distrae fácilmente.

Éste pueblo tiene una historia sumamente atractiva que data de tiempos previos al imperio azteca, pero esa historia y su relación con el Peñón de los Baños, en la delegación Venustiano Carranza, la contaré en otro artículo.

Malinalco resulta atractivo para Patrimonio Virreinal Mexicano por incontables razones, pero entre las principales se encuentran: 1) la zona arqueológica con construcciones precolombinas de suma importancia ritual y estratégica para los aztecas y 2) los murales del claustro bajo del Convento de la Transfiguración.

En esta ocasión nos enfocaremos únicamente en lo segundo, es decir, los murales.

Mariposas libando el néctar de una flor


El susodicho templo se encuentra justo en el centro del pueblo por lo que ingresar no representa ningún problema.

El Convento fue fundado en 1540 por frailes agustinos, en él, trabajaron indígenas para su construcción apoyados siempre por el sustento económico del encomendero Cristóbal Rodríguez de Ávalos. La planta baja del edificio conventual y la iglesia fueron construidos al mismo tiempo, concluyéndolos en 1560, en cuanto al claustro alto se piensa que fue añadido alrededor de 1580

Los frescos del convento se encuentran en las cuatro paredes y en la bóveda del claustro inferior, en donde podemos observar un diseño compuesto por diversas plantas entrelazadas y fauna silvestre, también se observan pintados en el mismo, follaje, 3 medallones con los símbolos de Jesucristo, María Reina del Cielo y el emblema Agustino, colocados en las cuatro paredes identificando la identidad cristiana.
Impresionantes diseños logrados por manos indígenas

En dichos frescos ha sido posible identificar de la forma más precisa posible la flora y la fauna indígena de la época, veintitrés especimenes nativos, los cuales actualmente crecen dentro de la zona ecológica de Malinalco.

Las plantas nativas representadas, no fueron escogidas al azar ni seleccionadas por decorativas; sólo aquellas plantas que habían tenido importancia cultural dentro de la sociedad se incluyeron; por ejemplo el huacalxochitl, que se usaba medicinalmente para combatir infecciones, pero el mismo tiempo era considerado importante en las ceremonias aztecas, ya que se usaba para engalanar a los héroes militares al mismo tiempo al tlatoani.

La abundancia del conjunto da la impresión de fertilidad y paz.
Las flores olorosas eran muy valoradas por los aztecas, se consideraban un lujo y eran, por eso, uno de los privilegios de las clases dirigentes; el valor del huacalxochitl se relacionaba también con el simbolismo sexual, su poder asociado con la fertilidad continuó siendo reconocido en el periodo colonial por los cazadores, quienes colocaban la flor en sus sombreros para asegurar una cacería abundante.

Algunas de éstas plantas curativas son todavía motivo de investigación como la yolloxochitl, “flor de corazón” ó “ huevito”, está planta aparece dos veces en los frescos del claustro en la pared que da al sur y al oeste, es usada para pasarla y sobarla sobre el cuerpo durante una curación, al igual que los huevos de gallina; la flor molida o bebida en infusión se dice, pude curar enfermedades del corazón y se considera también efectiva contra la infertilidad.


Al penetrar al claustro de Malinalco se tiene la impresión de estar en los “jardines del paraíso”; cabe señalar que hay paralelismos estilísticos entre varios de los detalles de las pinturas de Malinalco y algunos de los recuadros del códice florentino de Sahagún, como ejemplo la figura de la garza con el pescado en las garras localizada en el muro oriente del claustro.

Relacionar los frescos de Malinalco con el Códice Florentino de Sahagún; es encontrar la presencia de varios animales tanto en uno como en otro, tales como conejos, loros, lagartos, el tlacuache y el mono subiendo a un árbol muestra la correspondencia remarcable de los detalles.

1 comentario:

  1. Felicidades! Gracias por compartir, me hace recordar al maestro de la Maza y su libro de Arte Virreinal, donde explica todo eso, cierto, Malinalco es rico en todos esos aspectos mencionados.

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