jueves, 10 de agosto de 2017

¿dejarías que un cuerudo te lleve agua a la casa?

No es tan diferente hoy como lo fue en tiempos del virreinato.


Para abastecer de agua dulce a la noble e imperial ciudad de México, hubo la necesidad de construir varios acueductos durante el virreinato. Los manantiales de Santa Fe y Chapultepec eran los principales abastecedores y se construyeron largas arquerías para transportar el precioso líquido a la capital del virreinato siendo algunos de los más emblemáticos los de Belén, el de Santa Fe y el de Guadalupe.

El día de hoy les quiero hablar de aquel que corrió por la avenida Chapultepec y cuya fuente, hoy arruinada por los años de sol y lluvia descansa en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán.

Su hermosísima fuente la conocemos como el  Salto del Agua y fue realizada por el arquitecto Ignacio Castera en 1779, esta  fuente es un conjunto realizado en cantera conformado por un volumen rectangular cuya fachada oriental se encuentra engalanada por un retablo escultórico  desde el cual brota el agua para luego depositarse en una tina frontal. Es esta fachada el elemento más destacado del conjunto. Dicha fachada, de exuberante carácter barroco se encuentra enmarcada por dos pilares con almohadillado en sus extremos y dos serpenteantes columnas salomónicas que a su vez enmarcan un conjunto escultórico central. Este monumento podría considerarse un intento del artífice de una crear una expresión monumental de que reflejase la identidad mestiza novohispana.



En la fuente son notables las referencias a símbolos de la cultura del país: al centro de la composición un águila envuelve el escudo de armas de la Ciudad de México bordeado con pencas de nopal y que aparece engalanado con una corona; en la parte de arriba, una mujer europea y una mujer indígena toman alegremente agua de un chorro petrificado que brota de una copa que sirve de remate superior al monumento. 

Uno de los personajes que más visitaba este hermoso monumento era el aguador, un personaje indispensable en la vida cotidiana de la ciudad de México pues debido a que muy pocas casas contaban con agua entubada, alguien debía salir a las fuentes a recolectar este líquido para trasladarlo a la casa para cocinar, lavar, limpiarse, o lo que fuera; por lo que, aprovechando este nicho laboral, durante el virreinato surgió esta manera de ganarse la vida.



Así surgió el Aguador o Cuerudo, como también se le conocía debido al mandil de cuero que usaban para no estar empapados todo el tiempo. Este hombre trasladaba el agua en grandísimas ollas de barro llamadas Chococol que se colgaban a manera de tamemes por la espalda y otras más pequeñas por enfrente para equilibrar el peso, partía de la fuente cargado de agua para distribuírla de casa en casa... es como el del camión de Bonafont hoy en día, pero sin camión ni triciclo; a puro pie. Se le tenía en gran a estima a este hombre pues, como nos se puede leer en el libro "los Mexicanos pintados por sí mismos" se habla muy bien de este personaje, se dice que "es comedido, entregado al trabajo, casi siempre buen padre y no tan peor esposo"



Tras décadas de prestar servicio a los habitantes de la ciudad, la llegada del sistema de tuberías de agua potable puso fin a su papel como amigo de las cocineras y enamorado de las criadas pues la fuente dejó de ser el punto de encuentro obligado de la población.

La fuente así dejó de ser el sitio de referencia que alguna vez fue y quedó aislada como decoración callejera en un camellón. 

Seriamente deteriorada para la década de 1960, la fuente original fue reubicada en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, sustituyéndose por una copia en el lugar original. La presencia de este monumento dio nombre a la estación del metro Salto del Agua.

Los aguadores del siglo XIX rodeados del entorno acual de esta preciosa fuente.

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