miércoles, 1 de marzo de 2017

El Balcón de la Virreina


Durante 51 años un balcón de madera de amplias proporciones decoró la fachada principal del Palacio Virreinal, curiosamente este recurso arquitectónico era bastante popular en el sureño Virreinato del Perú y en México ese era un caso excepcional. 

Lamentablemente este balcón vio su último día durante el Motín del Hambre de 1692 pues fue el objeto del odio de los indígenas reunidos en la plaza y a pedradas lo destruyeron.



Detalle del Biombo de la Conquista, una pieza anónima del siglo XVII donde se aprecia el balcón casia la altura de la catedral.

Fue construido en 1641 por orden del virrey don Diego López, quien llegara a la Nueva España en compañía del célebre Obispo de Puebla Juan de Palafox y Mendoza. Era el saliente del salón donde se reunían las damas y caballeros de la corte virreinal y asomaba a la Plaza Mayor. 

De estilo morisco, era un balcón cerrado de estructura volada, con tejas hechas de lámina de plomo y con celosías. 


Detalle del Biombo de Diego Correa donde se aprecian la catedral a la izquierda, el palacio real al centro y el balcón


Este singular espacio arquitectónico fue instalado al costado este de la fachada, muy cerca de la campana y reloj centrales. Era uno de esos balcones moriscos llamados “de cajón”, parecido a los construidos en la ciudad de Lima, Perú, en los siglos XVI y XVII.


Ejemplo de balcón de madera en la ciudad de Lima 
Como aquéllos, éste era de estructura cerrada y con celosías, a modo de alcoba volada con tejas hechas de láminas de plomo, lo que en arquitectura mudéjar se llama zaquizamí y plomada. Tallado en madera, el balcón se  apoyaba sobre un piso adornado con tres escudos y volutas vegetales. Al conjunto lo completaba una balaustrada formada con figuras de niños atlantes esculpidos en madera dorada o en bronce y continuada por un conjunto de cariátides del mismo material en la parte alta. Según una descripción hecha por Isidro de Sariñana en 1666, el balcón tenía aproximadamente una longitud de doce varas (9.96 m) y una altura de casi dos (1.66 m). Las medidas sugieren cierta desproporción, pero no dejan duda de su gran tamaño.




No es difícil imaginar que a través de las celosías de madera del balcón de zaquizamí, la virreina y sus damas se asomaban a la Plaza Mayor para ver, sin ser vistas.

Es probable que la misma Juana de Asbaje, quien era dama de corte de la virreina doña Leonor Carreto, marquesa de Mancera, contemplara desde allí el pasar de los días antes de tomar el hábito con el nombre de Juana Inés de la Cruz. 



En 1692 un motín de indígenas provocado por la escasez  de granos hizo arder el edificio. Ocurrió por la tarde del domingo 8 de junio de 1692, cuando cerca de 10 mil personas se rebelaron provocando la destrucción e incendio parcial de edificios como el palacio virreinal y el del ayuntamiento, de los comercios establecidos, saqueos de tiendas, y la posterior ejecución de presuntos culpables.

 El escritor y científico Carlos de Sigüenza y Góngora fue testigo de los hechos y recuerda:

Comenzó uno [un indio] con grandes voces a decir contra el Señor Virrey las más atrevidas desvergüenzas y execraciones que jamás se oyeron y sacando una piedra del seno la tiró al balcón grande del Palacio. Como los compañeros no aguardaban otra cosa sino ésta para romper el candado, alzando el grito con desvergüenzas mayores y desembrazando piedras contra aquel balcón perteneciente al cuarto de la Señora Virreina, en brevísimo rato lo destrozaron […].

Fuente: http://www.historia.palacionacional.info/visita-informativa/virreinato-principios/espacios/61-el-balcon-de-la-virreina.html

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