lunes, 24 de abril de 2017

La Mística en Nueva España


Una Ilusa del Siglo XVIII: Gertrudis Rosa de Ortiz De CortéS, Alias “La Viterbo”.



Por Anel del Carmen Galindo García
Licenciada  en  Etnohistoria por la  
Escuela Nacional de Antropología  e Historia, 
pasante de la  maestría en  Estudios Latinoamericanos  
por la  Universidad  Nacional  Autónoma  de  México.



Resumen: El artículo examina el imaginario y las experiencias metafísicas que desarrolló la beata de clase mestiza, Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés. Por medio de estos elementos, se podrá entender la funcionalidad que tuvieron los éxtasis en la reinterpretación de los signos y símbolos religiosos que reproducían las mujeres en la época colonial. En especial, se hará énfasis a las visiones que tuvo con su imagen, de un niño Jesús de la Penitencia.

A  principios  del siglo  XVIII,  las  mujeres  novohispanas,  eran  consideradas  inferiores  y débiles, por ello, los hombres creían que debían protegerlas de las adversidades del mundo, y éstas sólo contaban con dos opciones de vida: casarse o ser monjas. Existía una tercera vía a la cual podían tener acceso dentro del heterogéneo mundo novohispano, algunas optaban por ser beatas, condición que las definía como autónomas y les daba el reconocimiento de la sociedad, porque se dedicaban a seguir los preceptos religiosos impuestos por la iglesia, sin estar enclaustradas.  

Asunción Lavrin define  a  este  tipo  de  mujeres,  como  beatas  que  eran:  “una  mujer  laica  y  hasta  cierto  punto independiente que reclama su lugar en la espiritualidad. No se debe ver como una figura `rebelde´ sino como una forma alternativa de ingresar a la vida religiosa, su falta de recursos económicos o su filiación étnica le vedaban la entrada a los conventos”2. Este término hace la connotación de que este tipo de personas estaban clasificadas de dos formas,  las primeras eran las beatas que residían en beaterios y las segundas, eran las solitarias que se mantenían por cuenta propia, ambas siempre bajo supervisión de su confesor espiritual.

Me interesa mostrar el caso de una mujer mestiza, de alrededor de cuarenta años de edad, que en el año de 1724 en la ciudad de México, fue excomulgada y llevada a la casa de dementes del Salvador,  hoy conocida como  La Castañeda,  llamada Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés, quien era conocida por sus vecinos como  la  “Viterbo ”.3  La causa que originó que el Santo Tribunal de la Inquisición la despojara de sus bienes materiales y de su libertad, fue porque se le atribuía haber repartido,  un año antes en algunos conventos de la ciudad  un escrito que presagiaba numerosas desgracias, con las cuales Dios castigaría a los habitantes de México.  Este caso es un punto de partida para reflexionar sobre el papel que tenían las beatas en la sociedad y novohispana del siglo XVIII.

Las  investigaciones  que  versan sobre  las beatas  que  fueron procesadas por  el Tribunal Inquisitorial,  reflejan  la censura  de  la  jerarquía eclesiástica  novohispana  hacia  las  mujeres que reclaman ser visionarias, profetisas e intermediarias de Dios. En ese tiempo no cualquier persona podía aspirar a tener una relación directa con Dios. Tal es el caso de de las hermanas Romero, de mediados del siglo XVII, que ha sido trabajado por Antonio Rubial y Alberro Solange. 

El documento trata de tres hermanas que según los inquisidores,  fingían tener visiones y arrobos, así como una relación directa con algunos santos de la religión católica. Este es un ejemplo que nos permite ver una forma de religiosidad laica, donde la gente común se sentía cercana a Dios sin tanta solemnidad. Dicha adución les permitió a las hermanas Romero, llevar una vida desahogada económicamente y sobre todo  les otorgó  facilidades para ser reconocidas por la sociedad, aunque finalmente fueron procesadas por el Santo Oficio porque se reconoció que muchas de sus experiencias estaban basadas en ficciones puras.

Otro ejemplo de la misma índole es el caso de Ana Rodríguez de Aramburu, el cual fue trabajado por Dolores Bravo. Aramburu, que vivió a principios del siglo XIX,  fue condenada y llevada a la prisión inquisitorial, por cargos semejantes a los de las hermanas Romero, pues constantemente Aramburu decía tener visiones donde Dios la proporcionaba poderes sobrenaturales y le concedía pláticas íntimas, donde ella fungía como una intermediaria entre él y los hombres. La beata consideraba que sus visiones le eran reveladas por gracia de Dios, y para ayuda de s us fieles.

En este sentido,  la historia de Gertrudis Cortés alias la Viterbo es representativa, pues al mismo tiempo que comparte elementos comunes con las beatas ya mencionadas, simultáneamente presenta ciertos rasgos particulares. Mi interés por este documento inquisitorial puede ser relevante porque por medio de él, conoceremos algunas de las características de las mujeres y de los habitantes de la ciudad de México en la primera mitad del siglo XVIII. 

Además también podría ser relevante porque refleja la mentalidad de la época  y la influencia de la Iglesia Católica en la vida cotidiana de las personas en la sociedad novohispana.

Algunas de las características de las beatas es que muestran  “cierta tendencia a padecer malestares de origen sicosomático: “males de corazón”, “desmayos”, “hinchazones” que desembocan en partos verdaderos o nerviosos, etcétera”4. Además las beatas, como llevaban una relación estrecha con los santos, gozaban del beneficio de las visiones, las cuales han sido definidas por los teólogos de la época colonial como “conocimientos de bondades verdaderas o falsas por vía de representación de objetos sin palabras”5.

Basándome en estas premisas, pretendo describir la relación que existe entre el ámbito de lo sobrenatural novohispano, o sea lo místico y la vida cotidiana de las mujeres en la Nueva España del siglo dieciocho. Me enfocaré principalmente a analizar y resaltar la importancia de las visiones y milagros en torno a una imagen del Niño Jesús. Esta imagen fue propiedad de la beata Gertrudis, y tanto su propietaria, como algunos de los vecinos le atribuían cualidades milagrosas. Pero antes de llegar  a este punto,  relataré brevemente  la  historia de  la beata,  para de  esta  manera  se pueda comprender mejor su contexto sociocultural.



Breve descripción de la vida de Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés




Gertrudis nació en el centro de la ciudad de México, en la entonces calle de Santa Isabel, en la casa de sus padres que fueron José Ortiz español de nacimiento y Petronila Cortés, al parecer indígena. Tuvo un hermano de nombre Diego y dos hermanas, una llamada Teresa y la otra María. Durante toda su vida Gertrudis vivió con Teresa y después de morir, la beata se hizo cargo de sus sobrinos y su cuñado. Pero al no estar de acuerdo con el maltrato  físico y mental que recibía del esposo de su hermana, la Viterbo optó por irse y llevarse a sus sobrinos, a los cuales mantenía.

 La beata desde su infancia sufrió de constantes enfermedades, por lo que no pudo obtener un trabajo estable: …el modo  que  ha  tenido  para sustentarse en este tiempo  ha sido  pedir prestadas algunas cantidades las cuales daba para que se las volteasen y comerciasen  a ser por la tierra adentro, algunas personas de su satisfacción que le volvían el principal y toda la garantía por caridad, con  lo  cual pagaba y  le quedaba  la  garantía para    mantenerse  y pagar casa; y  lo  demás necesario; lo buscaba procurando hacer gustos y buscar y llevar lo que habían menester en las casas de sus conocidos ricos y pobres. 6

En algunas ocasiones también ayudaba y cuidaba a personas enfermas para obtener un poco de dinero extra.

Su vida ascética, -según el testimonio de la beata rendido en el transcurso del proceso-, inició desde  los cuatro  años de  edad,  cuando  ella  comenzó  a ayunar  y  asistir a  la  iglesia  con  más regularidad. El primer sacerdote que conoció, la intentaba persuadir de que no dejase de comer, pero ella, según lo comenta en el documento, creía que el abstenerse de probar algún alimento porque era una manera de agradar a Dios y de estar cerca de él. La vinculación y el amor que sentía por Dios crecieron rápidamente, por lo que buscó a un padre espiritual que la guiara y le enseñara la doctrina cristiana, porque ella no sabía leer ni escribir. Su devoción con el paso del tiempo siguió creciendo y aproximadamente a los 8 o 9 años comulgó por primera vez, en la Iglesia de la Vera Cruz.


Templo de la Santa Veracruz donde Gertrudis Ortiz comulgó por 1ra Vez

La práctica de su ascetismo tuvo algunas consecuencias, ya que por los constantes ayunos a los que se sometió desde muy temprana edad, le provocaban enfermedades que le impedían estar de pie, y al no probar alimento regularmente, su estómago aparentemente se encontraba muy sensible y los alimentos le sabían insípidos al probarlos, por lo cual le era muy difícil ingerirla sin sentir el malestar. Aunado a esto, sufr ía de constantes dolores de cabeza, y cuando los médicos la visitaban le recomendaban reposo absoluto, y que comiera carne regularmente, aunque fuera Viernes Santo.  A pesar de que ella no seguía al pie de la letra lo que le sugerían los doctores, Gertrudis por obra de Dios, milagrosamente se recuperaba con facilidad de sus enfermedades.

Su desobediencia a los consejos de los médicos, era muy semejante a la que tomaba con sus confesores, a quienes no siempre hacía caso. La falta de seguimiento de sus indicaciones, propiciaba que los confesores considerasen a la beata como una mujer influenciada, o por los menos engañada por el demonio, y las visiones y confesiones largas, fueron interpretadas por sus padres espirituales como embustes. Les era imposible creer que una persona como  la Viterbo - mestiza y analfabeta- fuera elegida por Dios para revelar su palabra. Las constantes críticas y exigencias de obediencia por parte de los confesores, propiciaban que la indisciplinada beata cambiara con frecuencia de padres espirituales.

A pesar de estos contratiempos parece ser que  la Viterbo  logró  establecer  vínculos de amistad con algunos personajes importantes de la sociedad novohispana. Ella misma invoca en sus declaraciones su “hermandad” con la marquesa del Águila del Villar, e incluso con la duquesa de Alburquerque, nada menos que la consorte del virrey. La beata relata en su testimonio que gozaba de su confianza, se reunía con ellas,  les predecía el futuro  y realizaba frente a sus ojos milagros de sanación.

Sus facultades de profetisa siguieron en aumento, hasta que llegó a predecir el futuro de la capital del virreinato en el año de 1723. El pronóstico de la Viterbo respecto a la ciudad de México no era nada alentador: Dios estaba airado y ofendido con los pecados de los feligreses de la ciudad, al grado de que iba castigarlos con bolas de fuego, caídos del cielo e incendios y terremotos. 7  La causa de este enojo divino era el supuesto abandonado de Dios por parte de los habitantes quienes, se preocupaban más por quedar bien con sus gobernantes.

Gertrudis sintió entonces la necesidad de convertirse en portavoz de Dios y de comunicar su profecía a los  habitantes de la ciudad,  y se empeñó  en distribuir las cédulas donde advertía las desgracias que se acercaban.  Como  no  sabía leer ni escribir,  pidió a su hermano  Diego que le ayudara con la redacción de estos papeles. El hecho de haber divulgado en los conventos citadinos esta profecía de  carácter apocalíptico,  le acarreó  problemas con el Santo  Oficio.  La beata  fue considerada entonces como la mujer que transgredía el orden establecido, se imputaba el papel de la intermediaria con la divinidad, e inquietaba y escandalizaba a la sociedad novohispana.


Vista de la ciudad de México en el siglo XVIII, época en la que vivió Gertrudis.


Motivo por los cuales, la “Viterbo ” fue llamada a declarar en el mes de marzo del año de 1723 ante Tribunal del Santo Oficio, pues se supo que ella, repartió en algunos conventos la cédula con  presagios  sobre  las  desgracia  de  la  ciudad  de  México  que  amenazaban  a  sus  fieles.  

Al interrogarla los inquisidores descubrieron q ue, la “Viterbo ” aseguraba haber tenido durante toda su vida visiones y revelaciones que Dios y algunos santos, le proporcionaban. Evidentemente, el Santo Oficio no iba reconocer a esta beata mestiza como modelo de santidad. Las visiones que tuvo con su Niño Jesús y el dar a conocer a los habitantes de la ciudad los incendios y terremotos que iban a suceder, hicieron pensar a los inquisidores que ella era una ilusa, definidas por el Diccionario de Autoridades como personas que han sido engañadas por el Demo nio pero que, en apariencia, parecen poseer cierto misticismo. Además se caracterizan, según Julio Jiménez Rueda, como intermediarias entre lo humano y lo divino; curan enfermos, profetizan y tienen visiones. 8  Tal parece que las ilusas creían haber sido elegidas por Dios. Éste argumento, y su extrema religiosidad, fueron los motivos que hicieron que el Tribunal del Santo Oficio pusiera atención en ellas porque eran mujeres pobres que con frecuencia asistían a la Iglesia. 9

Estas actitudes hicieron proclive a la falsedad del testimonio de Gertrudis, motivo por el cual, el Santo Oficio, dictaminó su condena, en la cual, además de considerar de que vivía engañada por el demonio, se le reconoció que sufría de “debilidad de la cabeza” es decir, que estaba loca. Por esta razón, la decisión final fue recluirla en la casa de las Mujeres Dementes del Salvador, en el año de 1724. La beata residió allí más de un año, durante el cual ayudaba a cuidar enfermas en el hospital, aunque al poco tiempo enfermó, y murió en 1725.



Relación de Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés y su relación con el niño Jesús de la Penitencia


En mi opinión, uno de los aspectos más interesantes de la vida de esta beata, es su devoción hacia el Niño Jesús. El Niño Jesús, es un compañero  imaginario de esta mujer solitaria, el cual posiblemente le permite llenar el vacío sentimental en que vivía. Fue desde los cinco años que la futura beata comienza tener visiones y apariciones del Niño Jesús en su pesebre. Desde ese momento el Niño se convierte en su fiel e inseparable compañero. Posteriormente la Viterbo conseguirá una imagen del Niño Jesús, que utilizará en sus sesiones curativas. De hecho uno de los cargos por los que condenaron a Gertrudis, fue por atribuirse milagros que eran realizados con esta imagen.





El  primer  milagro  de  sanación  le  ocurre  a  la  misma  beata,  quien  entonces  estaba convaleciente del tabardillo 10. Allá le dijo a las personas que la cuidaban, que había tenido  una inspiración divina, la cual le revelaba que únicamente se recuperaría si le llevaban la imagen del niño de San Juan de la Penitencia. Cabe señalar que la beata había elegido como el instrumento de su sanación, una imagen ya muy venerada y reconocida como milagrosa por los habitantes de la ciudad.

El Niño de San Juan de la Penitencia se  encontraba por entonces en el convento del mismo nombre, ubicado en el centro de la ciudad de México, donde residían monjas de la orden de Santa Clara. Esta representación era considerada como  milagrosa por los habitantes de la ciudad según cuenta el cronista franciscano de finales del siglo XVII, fray Agustín de Vetancurt, en una ocasión en dicho convento, un temblor casi destruye el arco en el interior de la iglesia, que supuestamente iba a caerle  a la figura del niño Jesús, y justo en ese momento, la  imagen tomó vida propia e impidió el desastre: “… levantando el brazo la hechura con los dos dedos detuvo la clave para que no cayese todo el arco y para manifestación del milagro quedó la hechura con el brazo levantado … ”.11


Templo de San Juan de la Penitencia, en la plaza de San Juan en el centro histórico de la CDMX, hoy no existe.


Esta fue  la  imagen que  la beata solicitó  para su curación.  Evidentemente, como  ya para entonces tenía bastantes amistades entre las personas prominentes de la ciudad, una de sus conocidas -la Marquesa del Aguila- logró conseguir la imagen original y llevarla al sitio donde reposaba la Viterbo. Allá un clérigo, el padre Parra, participó en el milagro y  pasó   la escultura del Niño por encima del cuerpo de la enferma. Al poco tiempo, Gertrudis se sintió recuperada milagrosamente de su enfermedad.

A  continuación  la  beata  se  convirtió  en  una  reconocida  taumaturga,  que  sanaba  a  los enfermos y realizaba diversos milagros. La Viterbo tuvo una relación muy estrecha con una representación del Niño, porque la traía consigo gran parte de su tiempo, e incluso le atribuía vida propia, ya que se gún sus propias palabras la imagen se reía, se enojaba, comía y bebía con ella.

Esta figura le permitió a Gertrudis relacionarse y hermanarse con algunas señoras de las altas esferas de la sociedad  novohispana, pues al hacerles favores a las señoras prominentes, como el alivio de su alma y la predicción de alguna enfermedad, éstas la recompensaban con comida y dinero para su sustento.  El modus vivendi de la Viterbo  era similar a las de otras beatas profetisas  y visionarias, como lo demuestra el caso de las ya mencionadas hermanas Romero, según lo comenta Antonio Rubial: “… A cambio de estos servicios, tales personas tocadas por un don divino recibían limosnas en metálico, bienes suntuarios como imágenes, ropa, azúcar, tabaco y, a veces hasta techo, comida y una renta mensual para su mantenimiento ”.12

 A partir del ejemplo de la Viterbo, podemos conocer la vida cotidiana y el modus vivendi de una  mujer de origen  mestizo,  que  al convertirse en beata,  encontró  su  lugar en  la  heterogénea sociedad  novohispana.  Con ello  se constata  que  a pesar de que  las  mujeres eran  vistas  como inferiores o como “seres débiles, flacos, ignorantes y caprichosos, los que -en efecto- son a menudo, y sus testimonios aparecen como menos fiables que los de un varón”, 13    tales beatas pudieron influir en la sociedad e incluso ser reconocidas por los atributos sobrenaturales de que gozaban.

Para Gertrudis, el apropiarse del estatus de la beata, significó ejercitar una nueva forma de vida, en la cual dejó atrás su pobreza y su soledad, porque este tipo de actividad  le proporcionó reconocimiento y credibilidad.  Ella misma se autorepresentó entonces como  la mediadora con lo sobrenatural, y legitimizó sus visio nes como dadas por Dios, para ayudar y orientar a los fieles en su comportamiento cristiano.

Su vida de beata y el cierto prestigio social que logró, le facilitó el relacionarse y hermanarse con las mujeres de la clase alta, de esta manera conoció otro  mundo distinto al suyo, donde era aceptada y reconocida por sus atributos. 

Estas amistades la cuidaron y alimentaron por los beneficios que obtenían, al saber y creer que una persona cercana a ellas, estaba más cerca de Dios. La finalidad de esta beata en todo momento, era el de adjudicarse una vida ascética donde Dios la hacía sufrir tormentos, para purificar su alma y que ello propició que algunas personas, creyesen en su santidad.





  Lavrin Asunción y Loreto Ros alv Monjas y Beatas: La escritura femenina en la espiritualidad barroca novo hispanaSiglos XVII y XVIII , Mé xico, UDLA/Puebla-A GN, 2002, pp. 10 y 11.
 La  Viterbo e xp licaba e l origen de s u nombre a part ir de una vis ión que tuvo. En ella la Virgen le habló y le dijo : […]
hija Vite rbo, Ros a Mía, yo s oy tu madre Ma ría Santís ima , haz de s abeque tienes el nombre de Ge rtrudis por gus to de mHij Santís im  e d Ros a po m gust [] co est afirmació s  ratificó  s  verdader mis tic is mo A GNInquisición, vol. 805, e xp. 1, f.59r. La monja s anta Gertrudis la Magna y la terc iaria francis cana Santa Ros a de Viterberan dos modelos de s antidad populares en la nueva Es paña del s iglo XVII. Gertrudis la Magna fue lla mada inclus o lmás amada de Cris to. Al res pecto véase el artículo de Antonio Rubial Garc ía y Doris Bieñko,  La más amada de Cris toIconografía y culto de s anta Gertrudi la Magna en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XXV, nú m.
83, pp. 1-54.
  Alberro, So lange, Here jes , bruja y beatas : mu jere ante el tribunal de Santo Oficio de l Inquis ición en l Nueva
Es paña e la Muje r en la historia de México, El Co legio de Mé xico, 1987, p., 90.
 Rubial Ga rc ía, Antonio, en La santidad controvertida. Hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables ncanonizados en la Nueva España , UNAM/FCE, Mé xico, 2001, p., 179.
6 Archivo Genera l de la Nac ión, Ra mo Inquis ición, vol. 805, e xp. 1. fs . 20 y 21.

7  Ibídem, fs ., 25v. Una de las cala midades de la Ciudad de Mé xico a mediados del s iglo X VII fueron las inundaciones . Las lluvias provocaban que la metrópoli quedara s epultada por el agua durante varios mes es o inclus o años , además de que  hubiera  acumu lación  de  bas ura  y  que  los  olores  producidos  por las  acequias  cerradas  fueran  insoportables .  Al res pecto véase Antonio  Rubial  Ga rcía , Monjas,  cortesanos y plebeyos. La vida cotidiana  en la época de Sor Juana, México, Taurus , 2005, pp., 26-30.
 Jiméne z Rueda, Julio Herejías y supersticione en la Nueva España (Los heterodoxos en Nueva Espa) MéxicoUNAM, p.160.
 Águeda Méndez, María ,  La inquis ición novohispana: amb ición e intolerancia en Mariana Mas era, (coord.) Margarit
Frenk, La otra Nueva España, la palabra marginada en la Colonia, Barcelona, Mé xico, Azul / UNAM, 2002, p. 147.
10 Fiebre con alterac ión a la s angre, ins olación .
 11 de Vetancurt, Agustín, Teatro Mexicano, descripción de las sucesos ejemplares, históricos, políticos, militares religiosos del Nuevo Mundo occidental de las indias, Mé xico, Porrúa, 1971, p. 110.
12 Rubia l, Ga rcía , Antonio  Las s antitas del barrio, « Beatas » laicas y re lig ios idad cotidiana en la ciudad de Mé xico en el
s iglo XVIII Anuario de Estudios Americanos, tomo LIX-I (enero-junio), Sevilla, 2002, p., 17.
13 Solange Alberro, He rejes , bru jas y Óp. Cit., p., 91.

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