Una Ilusa del Siglo XVIII: Gertrudis Rosa de Ortiz De CortéS, Alias “La Viterbo”.
Por Anel del Carmen Galindo García
Licenciada en Etnohistoria por la
Escuela Nacional de Antropología e Historia,
pasante de la maestría en Estudios Latinoamericanos
por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Escuela Nacional de Antropología e Historia,
pasante de la maestría en Estudios Latinoamericanos
por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Resumen: El artículo examina el imaginario y las experiencias metafísicas que desarrolló la beata de clase mestiza, Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés. Por medio de estos elementos, se podrá entender la funcionalidad que tuvieron los éxtasis en la reinterpretación de los signos y símbolos religiosos que reproducían las mujeres en la época colonial. En especial, se hará énfasis a las visiones que tuvo con su imagen, de un niño Jesús de la Penitencia.
A principios del siglo XVIII, las mujeres novohispanas, eran consideradas inferiores y débiles, por ello, los hombres creían que debían protegerlas de las adversidades del mundo, y éstas sólo contaban con dos opciones de vida: casarse o ser monjas. Existía una tercera vía a la cual podían tener acceso dentro del heterogéneo mundo novohispano, algunas optaban por ser beatas, condición que las definía como autónomas y les daba el reconocimiento de la sociedad, porque se dedicaban a seguir los preceptos religiosos impuestos por la iglesia, sin estar enclaustradas.
Asunción Lavrin define a este tipo de mujeres, como beatas que eran: “una mujer laica y hasta cierto punto independiente que reclama su lugar en la espiritualidad. No se debe ver como una figura `rebelde´ sino como una forma alternativa de ingresar a la vida religiosa, su falta de recursos económicos o su filiación étnica le vedaban la entrada a los conventos”2. Este término hace la connotación de que este tipo de personas estaban clasificadas de dos formas, las primeras eran las beatas que residían en beaterios y las segundas, eran las solitarias que se mantenían por cuenta propia, ambas siempre bajo supervisión de su confesor espiritual.
Me interesa mostrar el caso de una mujer mestiza, de alrededor de cuarenta años de edad, que en el año de 1724 en la ciudad de México, fue excomulgada y llevada a la casa de dementes del Salvador, hoy conocida como La Castañeda, llamada Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés, quien era conocida por sus vecinos como la “Viterbo ”.3 La causa que originó que el Santo Tribunal de la Inquisición la despojara de sus bienes materiales y de su libertad, fue porque se le atribuía haber repartido, un año antes en algunos conventos de la ciudad un escrito que presagiaba numerosas desgracias, con las cuales Dios castigaría a los habitantes de México. Este caso es un punto de partida para reflexionar sobre el papel que tenían las beatas en la sociedad y novohispana del siglo XVIII.
Las investigaciones que versan sobre las beatas que fueron procesadas por el Tribunal Inquisitorial, reflejan la censura de la jerarquía eclesiástica novohispana hacia las mujeres que reclaman ser visionarias, profetisas e intermediarias de Dios. En ese tiempo no cualquier persona podía aspirar a tener una relación directa con Dios. Tal es el caso de de las hermanas Romero, de mediados del siglo XVII, que ha sido trabajado por Antonio Rubial y Alberro Solange.
El documento trata de tres hermanas que según los inquisidores, fingían tener visiones y arrobos, así como una relación directa con algunos santos de la religión católica. Este es un ejemplo que nos permite ver una forma de religiosidad laica, donde la gente común se sentía cercana a Dios sin tanta solemnidad. Dicha adución les permitió a las hermanas Romero, llevar una vida desahogada económicamente y sobre todo les otorgó facilidades para ser reconocidas por la sociedad, aunque finalmente fueron procesadas por el Santo Oficio porque se reconoció que muchas de sus experiencias estaban basadas en ficciones puras.
El documento trata de tres hermanas que según los inquisidores, fingían tener visiones y arrobos, así como una relación directa con algunos santos de la religión católica. Este es un ejemplo que nos permite ver una forma de religiosidad laica, donde la gente común se sentía cercana a Dios sin tanta solemnidad. Dicha adución les permitió a las hermanas Romero, llevar una vida desahogada económicamente y sobre todo les otorgó facilidades para ser reconocidas por la sociedad, aunque finalmente fueron procesadas por el Santo Oficio porque se reconoció que muchas de sus experiencias estaban basadas en ficciones puras.
Otro ejemplo de la misma índole es el caso de Ana Rodríguez de Aramburu, el cual fue trabajado por Dolores Bravo. Aramburu, que vivió a principios del siglo XIX, fue condenada y llevada a la prisión inquisitorial, por cargos semejantes a los de las hermanas Romero, pues constantemente Aramburu decía tener visiones donde Dios la proporcionaba poderes sobrenaturales y le concedía pláticas íntimas, donde ella fungía como una intermediaria entre él y los hombres. La beata consideraba que sus visiones le eran reveladas por gracia de Dios, y para ayuda de s us fieles.
En este sentido, la historia de Gertrudis Cortés alias la Viterbo es representativa, pues al mismo tiempo que comparte elementos comunes con las beatas ya mencionadas, simultáneamente presenta ciertos rasgos particulares. Mi interés por este documento inquisitorial puede ser relevante porque por medio de él, conoceremos algunas de las características de las mujeres y de los habitantes de la ciudad de México en la primera mitad del siglo XVIII.
Además también podría ser relevante porque refleja la mentalidad de la época y la influencia de la Iglesia Católica en la vida cotidiana de las personas en la sociedad novohispana.
Algunas de las características de las beatas es que muestran “cierta tendencia a padecer malestares de origen sicosomático: “males de corazón”, “desmayos”, “hinchazones” que desembocan en partos verdaderos o nerviosos, etcétera”4. Además las beatas, como llevaban una relación estrecha con los santos, gozaban del beneficio de las visiones, las cuales han sido definidas por los teólogos de la época colonial como “conocimientos de bondades verdaderas o falsas por vía de representación de objetos sin palabras”5.
Basándome en estas premisas, pretendo describir la relación que existe entre el ámbito de lo sobrenatural novohispano, o sea lo místico y la vida cotidiana de las mujeres en la Nueva España del siglo dieciocho. Me enfocaré principalmente a analizar y resaltar la importancia de las visiones y milagros en torno a una imagen del Niño Jesús. Esta imagen fue propiedad de la beata Gertrudis, y tanto su propietaria, como algunos de los vecinos le atribuían cualidades milagrosas. Pero antes de llegar a este punto, relataré brevemente la historia de la beata, para de esta manera se pueda comprender mejor su contexto sociocultural.
Breve descripción de la vida de Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés
Gertrudis nació en el centro de la ciudad de México, en la entonces calle de Santa Isabel, en la casa de sus padres que fueron José Ortiz español de nacimiento y Petronila Cortés, al parecer indígena. Tuvo un hermano de nombre Diego y dos hermanas, una llamada Teresa y la otra María. Durante toda su vida Gertrudis vivió con Teresa y después de morir, la beata se hizo cargo de sus sobrinos y su cuñado. Pero al no estar de acuerdo con el maltrato físico y mental que recibía del esposo de su hermana, la Viterbo optó por irse y llevarse a sus sobrinos, a los cuales mantenía.
La beata desde su infancia sufrió de constantes enfermedades, por lo que no pudo obtener un trabajo estable: …el modo que ha tenido para sustentarse en este tiempo ha sido pedir prestadas algunas cantidades las cuales daba para que se las volteasen y comerciasen a ser por la tierra adentro, algunas personas de su satisfacción que le volvían el principal y toda la garantía por caridad, con lo cual pagaba y le quedaba la garantía para mantenerse y pagar casa; y lo demás necesario; lo buscaba procurando hacer gustos y buscar y llevar lo que habían menester en las casas de sus conocidos ricos y pobres. 6
En algunas ocasiones también ayudaba y cuidaba a personas enfermas para obtener un poco de dinero extra.
Su vida ascética, -según el testimonio de la beata rendido en el transcurso del proceso-, inició desde los cuatro años de edad, cuando ella comenzó a ayunar y asistir a la iglesia con más regularidad. El primer sacerdote que conoció, la intentaba persuadir de que no dejase de comer, pero ella, según lo comenta en el documento, creía que el abstenerse de probar algún alimento porque era una manera de agradar a Dios y de estar cerca de él. La vinculación y el amor que sentía por Dios crecieron rápidamente, por lo que buscó a un padre espiritual que la guiara y le enseñara la doctrina cristiana, porque ella no sabía leer ni escribir. Su devoción con el paso del tiempo siguió creciendo y aproximadamente a los 8 o 9 años comulgó por primera vez, en la Iglesia de la Vera Cruz.
La práctica de su ascetismo tuvo algunas consecuencias, ya que por los constantes ayunos a los que se sometió desde muy temprana edad, le provocaban enfermedades que le impedían estar de pie, y al no probar alimento regularmente, su estómago aparentemente se encontraba muy sensible y los alimentos le sabían insípidos al probarlos, por lo cual le era muy difícil ingerirla sin sentir el malestar. Aunado a esto, sufr ía de constantes dolores de cabeza, y cuando los médicos la visitaban le recomendaban reposo absoluto, y que comiera carne regularmente, aunque fuera Viernes Santo. A pesar de que ella no seguía al pie de la letra lo que le sugerían los doctores, Gertrudis por obra de Dios, milagrosamente se recuperaba con facilidad de sus enfermedades.
Su desobediencia a los consejos de los médicos, era muy semejante a la que tomaba con sus confesores, a quienes no siempre hacía caso. La falta de seguimiento de sus indicaciones, propiciaba que los confesores considerasen a la beata como una mujer influenciada, o por los menos engañada por el demonio, y las visiones y confesiones largas, fueron interpretadas por sus padres espirituales como embustes. Les era imposible creer que una persona como la Viterbo - mestiza y analfabeta- fuera elegida por Dios para revelar su palabra. Las constantes críticas y exigencias de obediencia por parte de los confesores, propiciaban que la indisciplinada beata cambiara con frecuencia de padres espirituales.
A pesar de estos contratiempos parece ser que la Viterbo logró establecer vínculos de amistad con algunos personajes importantes de la sociedad novohispana. Ella misma invoca en sus declaraciones su “hermandad” con la marquesa del Águila del Villar, e incluso con la duquesa de Alburquerque, nada menos que la consorte del virrey. La beata relata en su testimonio que gozaba de su confianza, se reunía con ellas, les predecía el futuro y realizaba frente a sus ojos milagros de sanación.
Sus facultades de profetisa siguieron en aumento, hasta que llegó a predecir el futuro de la capital del virreinato en el año de 1723. El pronóstico de la Viterbo respecto a la ciudad de México no era nada alentador: Dios estaba airado y ofendido con los pecados de los feligreses de la ciudad, al grado de que iba castigarlos con bolas de fuego, caídos del cielo e incendios y terremotos. 7 La causa de este enojo divino era el supuesto abandonado de Dios por parte de los habitantes quienes, se preocupaban más por quedar bien con sus gobernantes.
Gertrudis sintió entonces la necesidad de convertirse en portavoz de Dios y de comunicar su profecía a los habitantes de la ciudad, y se empeñó en distribuir las cédulas donde advertía las desgracias que se acercaban. Como no sabía leer ni escribir, pidió a su hermano Diego que le ayudara con la redacción de estos papeles. El hecho de haber divulgado en los conventos citadinos esta profecía de carácter apocalíptico, le acarreó problemas con el Santo Oficio. La beata fue considerada entonces como la mujer que transgredía el orden establecido, se imputaba el papel de la intermediaria con la divinidad, e inquietaba y escandalizaba a la sociedad novohispana.
Motivo por los cuales, la “Viterbo ” fue llamada a declarar en el mes de marzo del año de 1723 ante Tribunal del Santo Oficio, pues se supo que ella, repartió en algunos conventos la cédula con presagios sobre las desgracia de la ciudad de México que amenazaban a sus fieles.
Al interrogarla los inquisidores descubrieron q ue, la “Viterbo ” aseguraba haber tenido durante toda su vida visiones y revelaciones que Dios y algunos santos, le proporcionaban. Evidentemente, el Santo Oficio no iba reconocer a esta beata mestiza como modelo de santidad. Las visiones que tuvo con su Niño Jesús y el dar a conocer a los habitantes de la ciudad los incendios y terremotos que iban a suceder, hicieron pensar a los inquisidores que ella era una ilusa, definidas por el Diccionario de Autoridades como personas que han sido engañadas por el Demo nio pero que, en apariencia, parecen poseer cierto misticismo. Además se caracterizan, según Julio Jiménez Rueda, como intermediarias entre lo humano y lo divino; curan enfermos, profetizan y tienen visiones. 8 Tal parece que las ilusas creían haber sido elegidas por Dios. Éste argumento, y su extrema religiosidad, fueron los motivos que hicieron que el Tribunal del Santo Oficio pusiera atención en ellas porque eran mujeres pobres que con frecuencia asistían a la Iglesia. 9
Estas actitudes hicieron proclive a la falsedad del testimonio de Gertrudis, motivo por el cual, el Santo Oficio, dictaminó su condena, en la cual, además de considerar de que vivía engañada por el demonio, se le reconoció que sufría de “debilidad de la cabeza” es decir, que estaba loca. Por esta razón, la decisión final fue recluirla en la casa de las Mujeres Dementes del Salvador, en el año de 1724. La beata residió allí más de un año, durante el cual ayudaba a cuidar enfermas en el hospital, aunque al poco tiempo enfermó, y murió en 1725.
Relación de Gertrudis Rosa Ortiz de Cortés y su relación con el niño Jesús de la Penitencia
En mi opinión, uno de los aspectos más interesantes de la vida de esta beata, es su devoción hacia el Niño Jesús. El Niño Jesús, es un compañero imaginario de esta mujer solitaria, el cual posiblemente le permite llenar el vacío sentimental en que vivía. Fue desde los cinco años que la futura beata comienza tener visiones y apariciones del Niño Jesús en su pesebre. Desde ese momento el Niño se convierte en su fiel e inseparable compañero. Posteriormente la Viterbo conseguirá una imagen del Niño Jesús, que utilizará en sus sesiones curativas. De hecho uno de los cargos por los que condenaron a Gertrudis, fue por atribuirse milagros que eran realizados con esta imagen.
El primer milagro de sanación le ocurre a la misma beata, quien entonces estaba convaleciente del tabardillo 10. Allá le dijo a las personas que la cuidaban, que había tenido una inspiración divina, la cual le revelaba que únicamente se recuperaría si le llevaban la imagen del niño de San Juan de la Penitencia. Cabe señalar que la beata había elegido como el instrumento de su sanación, una imagen ya muy venerada y reconocida como milagrosa por los habitantes de la ciudad.
El Niño de San Juan de la Penitencia se encontraba por entonces en el convento del mismo nombre, ubicado en el centro de la ciudad de México, donde residían monjas de la orden de Santa Clara. Esta representación era considerada como milagrosa por los habitantes de la ciudad según cuenta el cronista franciscano de finales del siglo XVII, fray Agustín de Vetancurt, en una ocasión en dicho convento, un temblor casi destruye el arco en el interior de la iglesia, que supuestamente iba a caerle a la figura del niño Jesús, y justo en ese momento, la imagen tomó vida propia e impidió el desastre: “… levantando el brazo la hechura con los dos dedos detuvo la clave para que no cayese todo el arco y para manifestación del milagro quedó la hechura con el brazo levantado … ”.11
Templo de San Juan de la Penitencia, en la plaza de San Juan en el centro histórico de la CDMX, hoy no existe. |
Esta fue la imagen que la beata solicitó para su curación. Evidentemente, como ya para entonces tenía bastantes amistades entre las personas prominentes de la ciudad, una de sus conocidas -la Marquesa del Aguila- logró conseguir la imagen original y llevarla al sitio donde reposaba la Viterbo. Allá un clérigo, el padre Parra, participó en el milagro y pasó la escultura del Niño por encima del cuerpo de la enferma. Al poco tiempo, Gertrudis se sintió recuperada milagrosamente de su enfermedad.
A continuación la beata se convirtió en una reconocida taumaturga, que sanaba a los enfermos y realizaba diversos milagros. La Viterbo tuvo una relación muy estrecha con una representación del Niño, porque la traía consigo gran parte de su tiempo, e incluso le atribuía vida propia, ya que se gún sus propias palabras la imagen se reía, se enojaba, comía y bebía con ella.
Esta figura le permitió a Gertrudis relacionarse y hermanarse con algunas señoras de las altas esferas de la sociedad novohispana, pues al hacerles favores a las señoras prominentes, como el alivio de su alma y la predicción de alguna enfermedad, éstas la recompensaban con comida y dinero para su sustento. El modus vivendi de la Viterbo era similar a las de otras beatas profetisas y visionarias, como lo demuestra el caso de las ya mencionadas hermanas Romero, según lo comenta Antonio Rubial: “… A cambio de estos servicios, tales personas tocadas por un don divino recibían limosnas en metálico, bienes suntuarios como imágenes, ropa, azúcar, tabaco y, a veces hasta techo, comida y una renta mensual para su mantenimiento ”.12
A partir del ejemplo de la Viterbo, podemos conocer la vida cotidiana y el modus vivendi de una mujer de origen mestizo, que al convertirse en beata, encontró su lugar en la heterogénea sociedad novohispana. Con ello se constata que a pesar de que las mujeres eran vistas como inferiores o como “seres débiles, flacos, ignorantes y caprichosos, los que -en efecto- son a menudo, y sus testimonios aparecen como menos fiables que los de un varón”, 13 tales beatas pudieron influir en la sociedad e incluso ser reconocidas por los atributos sobrenaturales de que gozaban.
Para Gertrudis, el apropiarse del estatus de la beata, significó ejercitar una nueva forma de vida, en la cual dejó atrás su pobreza y su soledad, porque este tipo de actividad le proporcionó reconocimiento y credibilidad. Ella misma se autorepresentó entonces como la mediadora con lo sobrenatural, y legitimizó sus visio nes como dadas por Dios, para ayudar y orientar a los fieles en su comportamiento cristiano.
Su vida de beata y el cierto prestigio social que logró, le facilitó el relacionarse y hermanarse con las mujeres de la clase alta, de esta manera conoció otro mundo distinto al suyo, donde era aceptada y reconocida por sus atributos.
Estas amistades la cuidaron y alimentaron por los beneficios que obtenían, al saber y creer que una persona cercana a ellas, estaba más cerca de Dios. La finalidad de esta beata en todo momento, era el de adjudicarse una vida ascética donde Dios la hacía sufrir tormentos, para purificar su alma y que ello propició que algunas personas, creyesen en su santidad.
2 Lavrin Asunción y Loreto Ros alva Monjas y Beatas: La escritura femenina en la espiritualidad barroca novo hispana: Siglos XVII y XVIII , Mé xico, UDLA/Puebla-A GN, 2002, pp., 10 y 11.
3 La “ Viterbo” e xp licaba e l origen de s u nombre a part ir de una vis ión que tuvo. En ella la Virgen le habló y le dijo : “[…]
hija Vite rbo, Ros a Mía, yo s oy tu madre Ma ría Santís ima , haz de s aber que tienes el nombre de Ge rtrudis por gus to de mi Hijo Santís imo y el de Ros a por mi gusto […]”, con esta afirmación s e ratificó s u verdadero mis tic is mo. A GN, Inquisición, vol. 805, e xp. 1, f.59r. La monja s anta Gertrudis la Magna y la terc iaria francis cana Santa Ros a de Viterbo eran dos modelos de s antidad populares en la nueva Es paña del s iglo XVII. Gertrudis la Magna fue lla mada inclus o “la más amada de Cris to”. Al res pecto véase el artículo de Antonio Rubial Garc ía y Doris Bieñko, “ La más amada de Cris to. Iconografía y culto de s anta Gertrudis la Magna” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XXV, nú m.
83, pp. 1-54.
4 Alberro, So lange, “Here jes , brujas y beatas : mu jeres ante el tribunal de Santo Oficio de la Inquis ición en la Nueva
Es paña” en la Muje r en la historia de México, El Co legio de Mé xico, 1987, p., 90.
5 Rubial Ga rc ía, Antonio, en La santidad controvertida. Hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables no canonizados en la Nueva España , UNAM/FCE, Mé xico, 2001, p., 179.
6 Archivo Genera l de la Nac ión, Ra mo Inquis ición, vol. 805, e xp. 1. fs . 20 y 21.
7 Ibídem, fs ., 25v. Una de las cala midades de la Ciudad de Mé xico a mediados del s iglo X VII fueron las inundaciones . Las lluvias provocaban que la metrópoli quedara s epultada por el agua durante varios mes es o inclus o años , además de que hubiera acumu lación de bas ura y que los olores producidos por las acequias cerradas fueran insoportables . Al res pecto véase Antonio Rubial Ga rcía , Monjas, cortesanos y plebeyos. La vida cotidiana en la época de Sor Juana, México, Taurus , 2005, pp., 26-30.
8 Jiméne z Rueda, Julio, Herejías y supersticiones en la Nueva España (Los heterodoxos en Nueva España), México, UNAM, p.160.
9 Águeda Méndez, María , “ La inquis ición novohispana: amb ición e intolerancia” en Mariana Mas era, (coord.) Margarit
Frenk, La otra Nueva España, la palabra marginada en la Colonia, Barcelona, Mé xico, Azul / UNAM, 2002, p. 147.
10 Fiebre con alterac ión a la s angre, ins olación .
11 de Vetancurt, Agustín, Teatro Mexicano, descripción de las sucesos ejemplares, históricos, políticos, militares y religiosos del Nuevo Mundo occidental de las indias, Mé xico, Porrúa, 1971, p. 110.
12 Rubia l, Ga rcía , Antonio, “ Las s antitas del barrio, « Beatas » laicas y re lig ios idad cotidiana en la ciudad de Mé xico en el
s iglo XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, tomo LIX-I (enero-junio), Sevilla, 2002, p., 17.
13 Solange Alberro, “He rejes , bru jas y… Óp. Cit., p., 91.
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